La importancia de creer en lo que hacemos y de vivir lo que hacemos nos hace no ser meros «productores» de nuestras acciones. Creer en lo que hacemos va mucho más allá del hecho, significa darle un sentido a lo que hago y ser consciente de que esa acción es mía y válida, incluso aunque cometa un error; el error me identificará y el hecho de aceptarlo como mío me hará aceptarme a mí misma.
Es posible que indagar acerca de si lo que hacemos (producimos) tiene un sentido o no lo tiene, no sea fácil de saber. Generalmente las personas tenemos una vida en la que existen áreas que cubrimos y en las que nos podemos sentir más o menos satisfechos: la familia, los amigos, el trabajo, el tiempo libre.., sin embargo, conocer si el tiempo y la energía que dedico a todo esto es «producción» o es lo que verdaderamente da sentido a mi vida, no es tan sencillo de diferenciar. En muchas ocasiones el responder ¿para qué hago las cosas?, ¿hacia dónde me lleva lo que hago?, es suficiente para resolver la ecuación. Cuando nos paramos a pensar estas preguntas y solo aparecen respuestas funcionales quizá falte la esencia que da sentido a la vida. Esto será cuando alguien responde: «Actúo en mi vida de esta manera porque es el momento de hacerlo, porque alguien depende de mí, porque estoy en la edad, porque no puedo hacerlo de otra manera…» No obstante, cuando aparecen respuestas de corte emocional, claramente estamos dando, no solo un significado, sino un sentido a lo que hacemos. La emoción nos hace sentirnos de una forma determinada ante nosotros mismos y va más allá de lo que producimos. Cuando alguien responde: «Actúo en mi vida de esta manera porque siento que estoy dando algo de mí, porque me realiza lo que hago, porque me siento feliz, porque siempre he querido hacerlo…», entonces está dando un sentido a su vida porque no solo vive, sino que siente lo que está viviendo.
Mar Extremera. Psicóloga.