Está claro que evitar el tema de la muerte a los niños es un error, especialmente porque es un tema inevitable que puede darse en cualquier momento. En nuestro Centro de psicólogos en Zaragoza observamos que los padres con frecuencia usan recursos relacionados con el sueño (Ej. El abuelo se ha quedado dormido) o el viaje (Ej. El abuelo se ha marchado a un viaje muy largo) para hacer comprender al niño la muerte. En el primer caso podemos generar miedo en el niño, pudiendo resistirse en el futuro a dormir; en el segundo podemos confundirle ya que la persona fallecida no vuelve nunca.
Aunque pensemos que los niños no pueden asumir la muerte como parte de la vida, en la medida que vayan observando a los adultos vivir la muerte con serenidad, podrán integrar este hecho como algo connatural.
Los niños de cinco años, aún no cuentan con la capacidad para comprender la muerte como algo definitivo: Con frecuencia, en los dibujos animados o los cuentos, la muerte puede esquivarse, incluso revertirse. Es a partir de los diez años cuando el niño comienza a entender que la muerte es algo definitivo, pero incluso hasta la adolescencia no llegan a entenderse las consecuencias que tiene la muerte.
En nuestro Centro de psicólogos en Zaragoza trabajamos este tema, intentando que los niños lo vivan con la mayor naturalidad, para ello trasmitimos a los padres que la ansiedad que los niños podrían padecer solo es el reflejo de su propia angustia. Buscar el momento para hablar de este tema es importante, no menos lo es el validar los sentimientos que tenemos como adultos, es decir, que los niños perciban que también los padres lloran o están tristes: Expresar los sentimientos es algo muy humano y hemos de educar también en ello. Al tiempo, es necesario dar explicaciones sinceras y breves acerca de lo que sucede. Si permitimos a los niños expresar lo que ellos sienten, tendremos la oportunidad de saber si existe algún miedo en especial. La muerte es parte de la vida y como tal, hemos de vivirla y transmitir a los niños esa vivencia. Si como adultos sabemos transmitir este tema con naturalidad y calma, no existen motivos para ocultarlo a los niños.
Mar Extremera Sánchez
PSICÓLOGA